¿Eres de los que dejan todo para última hora?
Hay quienes parecen haber nacido con un radar para el orden y la simetría, manteniendo sus espacios impecables y organizados. Pero seamos sinceros, el orden no es un don divino, sino un hábito que se cultiva con práctica o se absorbe de quienes nos rodean, ya sean familiares, amigos o parejas.
**La batalla contra el caos**
Aristóteles, el sabio griego, decía que la virtud está en el punto medio, y esto aplica al orden también. Un hogar desordenado no solo refleja el caos mental, sino que también puede convertirse en un lugar incómodo, incluso para quienes lo habitan. El desorden genera rechazo y puede convertir a alguien en un ermitaño social, dificultando las relaciones y promoviendo el aislamiento. ¿Has oído hablar del síndrome de acaparador compulsivo? Es cuando alguien acumula tantas cosas que su hogar se convierte en un laberinto de objetos y basura, a veces necesitando la intervención de la policía o los bomberos para ser rescatados.
Por otra parte, la obsesión por el orden puede ser igual de peligrosa. Si el estado de ánimo se altera por una simple toalla fuera de lugar, podrías estar en el territorio del trastorno obsesivo compulsivo. Recuerda la película “Durmiendo con su enemigo”, donde Julia Roberts nos mostró cómo un marido controlador exigía que todo estuviera en su lugar perfecto, usando el orden como un arma de control.
Los defensores del orden afirman que su gran ventaja es la eficiencia: cada cosa en su sitio, ahorrando tiempo y disfrutando de un ambiente agradable. Pero los defensores del caos piden espacio para la espontaneidad y el desorden creativo.
**La magia de planificar y priorizar**
La clave de una buena gestión es el orden, tanto en lo personal como en lo laboral. Planificar y priorizar actividades te permite abordar lo importante de manera sistemática, tomar decisiones más acertadas y mejorar el rendimiento organizacional. Aprendí mucho sobre esto de Juan Miguel Antoñanzas, un gurú de la gestión. Su método era simple pero efectivo: una hoja con tareas, organizadas por prioridad y temporalidad. Las tareas más relevantes encabezaban la lista, mientras que las más inmediatas se tachaban primero. Hoy, probablemente, hubiera cambiado su hoja por una app de Microsoft Office.
**Orden vs. Procrastinación**
La procrastinación es uno de los monstruos del desorden: ese hábito de postergar tareas importantes por otras más triviales o placenteras. Si mantienes tu agenda organizada, lo normal es que tus días estén llenos de reuniones, videoconferencias o viajes. Las agendas compartidas no solo ayudan a organizar mejor el tiempo, sino que también hacen el trabajo más transparente. Consejo: deja margen para los imprevistos. Tener una agenda demasiado rígida puede dar la impresión de inflexibilidad y falta de productividad.
He adoptado el método de Antoñanzas de llevar una lista semanal de tareas importantes, tanto personales como profesionales. La miro cada mañana y trato de avanzar según la urgencia y relevancia de cada tarea. No obstante, muchos de nosotros caemos en la trampa de procrastinar, posponiendo tareas sin motivo. Claro, esto no incluye retrasar actividades por emergencias, que es simplemente una cuestión de reajustar prioridades.