Capirotada: El Postre Tradicional de Semana Santa que Estamos Olvidando
Durante siglos, la capirotada fue parte esencial del calendario litúrgico en México. Este postre, reservado para la Cuaresma, contaba una historia a través de sus ingredientes: pan duro, miel de piloncillo, especias, queso y frutas secas. El resultado era un platillo de identidad propia, fruto de un mestizaje profundamente mexicano.
Orígenes de la Capirotada
La capirotada tiene sus raíces en la cocina española medieval, donde se combinaba el pan viejo con ingredientes dulces o salados. En la Nueva España, esta receta evolucionó con el piloncillo, la canela, los cacahuates y las restricciones alimentarias de la Cuaresma católica, convirtiéndose en un platillo de aprovechamiento transmitido de generación en generación.
Significados y Tradiciones
Este platillo dulce se convirtió en una forma de compensar la sobriedad del menú diario sin romper las reglas religiosas durante la Semana Santa. Su preparación y consumo eran parte de un ritual familiar, especialmente durante el Viernes Santo.
La capirotada adquirió significados simbólicos: el pan representa el cuerpo de Cristo, la miel su sangre, el clavo los clavos de la cruz y la canela la madera. Estos elementos reforzaron el vínculo entre la cocina y la religión, consolidando a la capirotada como un platillo cargado de significado.
¿Camino al Olvido?
En el siglo XX, su preparación se mantuvo viva en el norte, el Bajío y algunos estados del occidente de México, donde cada familia tenía su versión. Hoy, la capirotada está ausente en la mayoría de las mesas. Su elaboración se percibe como obsoleta y su estética no encaja con los postres contemporáneos. Las panaderías prefieren productos más rentables, y en muchas cocinas se ha dejado de preparar, mostrando una desconexión con la dimensión ritual católica en la cocina.
