PRINCETON – Nadie ha sido más consistente en denunciar a los globalistas y al globalismo que Donald Trump. Puede que “arancel” sea su palabra favorita, pero “globalista” es su epíteto preferido. Qué irónico, entonces, que Trump y su segunda administración hayan emergido como una monstruosidad ultraglobalista.
Antecedentes y Definiciones
El término “globalista” proviene de Ernst Jäckh, un académico alemán emigrado de la Universidad de Columbia que utilizó la palabra en un libro de 1943, *La guerra por el alma del hombre*, para describir la naturaleza del “hitlerismo”. El líder nazi, escribió Jäckh, “se ha embarcado en una ‘guerra santa’ como el líder enviado por Dios de un ‘pueblo elegido’, criado no para el imperialismo, sino para el globalismo: su mundo sin fin”.
El Uso Retórico de la Etiqueta
Tanto Hitler como Stalin eran globalistas en el sentido de que consideraban la conquista y la expansión de su influencia como la clave para promover los intereses de sus regímenes. Ambos incluso tenían globos terráqueos en sus escritorios, una elección de diseño interiores que Charlie Chaplin satirizó memorablemente en *El Gran Dictador*. Pronto, la etiqueta fue empleada en debates sobre el lugar de Estados Unidos en el mundo.
Después de la Segunda Guerra Mundial
Tras la Segunda Guerra Mundial, quienes se oponían a las intervenciones estadounidenses en Corea, Vietnam y Oriente Medio utilizaron la etiqueta como una forma de ridiculizar las políticas internacionales.
El Enfoque Transaccional de Trump
Pero la realidad es que Trump sigue plenamente inmerso en el juego de la globalización. Su principal asesor y financista, Elon Musk, posee una vasta cartera internacional de intereses comerciales, especialmente en China. Y Trump posee propiedades inmobiliarias en todo el mundo.
El Globalismo de Trump
El enfoque “transaccional” de Trump (negociación internacional) es simplemente globalismo con otro nombre. En lugar de una oposición ideológica, Trump ha adoptado el lenguaje y las tácticas del globalismo, pero con un enfoque pragmático y orientado a sus propios intereses.
Conclusión
El caso de Trump demuestra que el globalismo, en su forma más reciente y compleja, no es necesariamente una fuerza unificadora o progresista. Puede manifestarse de maneras inesperadas y con objetivos que no siempre se alinean con los valores tradicionales de la política exterior estadounidense.