La Trampa de Querer Ser Amado en Lugar de Respetado
Muchos líderes –principalmente los más jóvenes– creen que darlo todo es sinónimo de liderar bien, por lo que exigen poco y dan mucho: desde flexibilidad total y bonos extra, hasta afecto constante. Lo hacen buscando cercanía, pertenencia y gratitud. Pero cuando llega el momento de poner límites, la reacción del equipo no siempre es madurez, sino reclamo. Ahí es donde se rompe el mito: dar sin formar no genera cultura, genera dependencia.
Hace un par de años, Alex –un joven director al que le daba mentoría– me buscó con un problema similar. Nos vimos en una cafetería en la Ciudad de México.
Le dije ‘tranquilo’, como si le hablara a mi yo de hace 20 años:
“Alex, caíste en la trampa de querer ser querido más que respetado, la de dar tanto que cuando dejas de dar, dejas de valer; la de confundir liderazgo con paternidad. Pasaste de ser el mejor jefe, al peor cuando dejaste de darles todo, cuando por fin pusiste límites, cuando dejaste de ser ‘el buena onda’ y te pusiste en tu rol real: líder”.
Y no, no es que Alex estuviera mal al principio; la empatía es clave. Lo que falló fue que no lo equilibró con estructura, claridad y exigencia. De hecho, es algo que me costó años aceptar, pues en algún momento también quise ser el jefe cool; el diferente, y terminé decepcionado porque cuando más necesitaba que mi equipo respondiera, no lo hizo.
Le recordé que liderar no es que te quieran: es que los demás crezcan, porque cuando resuelves todo, ellos no enfrentan; cuando das, ellos esperan; y cuando siempre estás, el día que no estás… te odian.
También le conté lo que pasó conmigo: un par se fueron, otros se replegaron, pero unos pocos –los buenos de verdad– se quedaron, crecieron y hoy son líderes que tampoco regalan: exigen, forman e inspiran.
La reflexión es que el día que dejas de ser papá, te vuelves el líder que tu equipo realmente necesitaba. Hoy más que nunca necesitamos líderes incómodos, no los que apapachan para que no se vayan, sino los que enseñan, exigen y acompañan. Porque liderar no es darles todo, es formar personas que no lo necesiten.
Soy Mario Elsner, y creo que el liderazgo no se mide por cuánto das, sino por cuánto crecen sin que tengas que darlo. Te acompaño al siguiente nivel.
Preguntas y Respuestas Clave
- ¿Qué hizo que Alex se equivocara? Alex confundió liderazgo con ser querido, dando constantemente favores y evitando establecer límites.
- ¿Cuál fue el resultado de las acciones de Alex? El equipo perdió la confianza en él, y se produjo un deterioro en el ambiente laboral.
- ¿Qué le aconsejó Mario a Alex? Le recordó que liderar no se trata de ser amado, sino de formar personas capaces de crecer sin su apoyo constante.
- ¿Cuál es la diferencia entre un líder tradicional y uno que busca el crecimiento de su equipo? El líder tradicional da todo, mientras que el otro busca formar individuos capaces de enfrentar desafíos y crecer sin depender constantemente de su apoyo.