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Web Editor

Inteligencia Artificial y Soledad: Un Nuevo Paradigma en la Salud Mental

El Ascenso de las Máquinas como Compañeros

Hace unas semanas, un adolescente llegó a mi consultorio con un discurso desorganizado y confuso. Al principio, pensé que se trataba de un episodio psicótico: hablaba insistentemente de una misteriosa entidad que conversaba con él, que lo comprendía mejor que nadie, que lo escuchaba sin juzgar. Me contó que pasaba horas dialogando con esa entidad, que no podía dejar de pensar en sus respuestas, que le ayudaba a entender su mundo. Cuando le pregunté quién era, su respuesta fue simple, casi obvia: “ChatGPT”.

Este no es un caso aislado. Cada vez observo a más jóvenes que encuentran en la inteligencia artificial un refugio emocional, un interlocutor que no interrumpe, no critica ni minimiza su dolor. No se trata sólo de resolver tareas escolares o traducir textos: es una conversación que va mucho más allá, profunda, íntima, existencial. Y, en muchos casos, representa el único diálogo significativo que tienen a lo largo del día.

Vivimos una época en la que el ruido digital es ensordecedor, pero el silencio emocional abruma. La tecnología avanza a pasos agigantados, mientras que la capacidad humana de conectar, de mirar a los ojos, de sostener al otro, parece haberse quedado rezagada.

¿Qué está pasando con nuestras formas de relacionarnos?

Las brechas generacionales respecto al uso de la inteligencia artificial son abismales:

  • Los adultos mayores apenas la utilizan y la miran con desconfianza.
  • Los adultos la exploran como una herramienta funcional para hacer más eficiente el trabajo.
  • Los jóvenes la habitan.

Cada vez más, la IA es para ellos un acompañante, un espejo, una extensión de su propio pensamiento.

Y es aquí donde surge el problema: cuando la conversación más significativa de su día no ocurre con sus padres, ni con sus amigos, ni con un maestro o terapeuta, sino con una máquina. Cuando el algoritmo parece ser el miembro más empático de su entorno. Cuando, en medio de una soledad invisible, prefieren hablar con una inteligencia artificial antes que arriesgarse al rechazo del otro.

La soledad mata

No es una metáfora.

En 2023, el Cirujano General de Estados Unidos, el doctor Vivek Murthy, publicó un informe en el que advertía que la soledad crónica puede aumentar en un 29% el riesgo de enfermedad cardíaca, en un 32% el riesgo de derrame cerebral y en un 50% el riesgo de desarrollar demencia. Esta misma soledad se asocia también con un mayor riesgo de depresión, ansiedad, suicidio y consumo de sustancias. El impacto de la desconexión social crónica, según el informe, es comparable al de fumar 15 cigarros al día.

Un metaanálisis publicado en PLOS Medicine (Holt-Lunstad et al., 2015), con más de tres millones de participantes, concluyó que la falta de relaciones sociales significativas incrementa en un 26% el riesgo de mortalidad. Y la Organización Mundial de la Salud ha empezado a hablar de la soledad como una amenaza seria para la salud pública global.

Pero si la soledad nos enferma, ¿es la conexión con otros lo que nos ayuda a sanar?

La misma investigadora, Julianne Holt-Lunstad, ha documentado que el apoyo social y los lazos estrechos pueden reducir significativamente el riesgo de mortalidad, demencia y enfermedades mentales. Estar integrado en una red social sólida es uno de los factores protectores más poderosos contra el deterioro cognitivo y la depresión.

Estudios de instituciones como la Universidad de Harvard demuestran que la calidad de nuestras relaciones —no el dinero, la fama ni la genética— es el predictor más fuerte de bienestar, longevidad y salud mental.

Después de la pandemia presenciamos un fenómeno curioso: los conciertos, los festivales y los eventos masivos regresaron con fuerza. Y, sin embargo, en medio de esas multitudes, muchos se sienten más solos que nunca. Personas bailando con los ojos cerrados, conectando más con el beat que con los cuerpos a su alrededor. Gente que consume sustancias para explorar su mundo interior, pero sin una mano cercana que acompañe el viaje.

Y no podemos dejar de mencionar la crisis del amor.

Cada vez hay menos matrimonios, más divorcios, menos amistades duraderas. Las relaciones humanas se viven con miedo, con ansiedad, con una fragilidad que asusta. Amar implica exponerse: mirarse, tocarse. En esta época en la que todo es medible, programable y optimizable, el amor —impredecible y desbordado— nos resulta incómodo.

Necesitamos volver a tocarnos.

Volver a hablarnos. Reír juntos. Llorar frente a otro. Sostener la mirada.

Debemos enseñarles a nuestros hijos que la vida real sucede fuera de la pantalla. Que hay preguntas que ninguna inteligencia artificial puede responder. Que hay abrazos que ningún algoritmo puede sustituir.

Porque al final, lo que más cura no es la información perfecta ni la solución más rápida.

Lo que más cura es el otro. El verdadero otro. El que respira, siente, tiembla y ama.

  • ¿Qué es ChatGPT? Una IA conversacional desarrollada por OpenAI.
  • ¿Cuál es el riesgo de soledad? Se ha asociado con un aumento del 29% en el riesgo de enfermedad cardíaca, un 32% en el riesgo de derrame cerebral y un 50% en el riesgo de demencia.
  • ¿Cómo ayuda la conexión social? Reduce significativamente el riesgo de mortalidad, demencia y enfermedades mentales.

Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a [email protected] o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua. ¡Hasta la próxima!