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Web Editor

Sanciones a Harvard: ¿Un Escrutinio Necesario o una Revancha?

Como ex alumno de la business school de Harvard HBS, graduado en 1998 con un MBA, me dirijo a ustedes con una mezcla de gratitud por la experiencia que obtuve y preocupación por la reciente evolución de la universidad en la que fui feliz. Las sanciones impuestas por la administración Trump a la Universidad de Harvard, un tema que ha escandalizado a las élites ilustradas “woke” y políticamente correctas de ambos lados del Atlántico, no deben analizarse desde la cómoda torre de marfil de principios abstractos, sino desde el terreno de la coherencia humanista y democrática.

¿Qué es Harvard hoy? Una Catedral Capturada

Durante siglos, Harvard ha sido un símbolo de lo mejor del modelo americano: excelencia, meritocracia y libertad académica. Pero, ¿qué queda de ese ideal cuando los disidentes ideológicos son marginados, cuando el pensamiento se uniforma bajo el disfraz de “progreso”, cuando el antisemitismo se tolera y se disfraza como “antisionismo”, y cuando el acceso deja de depender del talento para depender de la narrativa segregacionista identitaria y racial? No se trata de populismo, sino de un rigor crítico: denunciar que en las últimas dos décadas Harvard se ha convertido en una especie de Inquisición antisemita ilustrada: una que persigue herejías silenciosamente, en comités de admisiones y códigos de conducta.

Abundancia Financiera Obscena

Harvard lloriquea por el retiro de subsidios, pero resulta imposible ignorar un dato tan revelador: además de cobrar unas colegiaturas exorbitantes, el endowment (fondo patrimonial) de la universidad supera los 53 mil millones de dólares. ¿Qué otra institución educativa en el mundo ostenta tal nivel de poder financiero mientras reclama ser víctima de políticas públicas? Este nivel de concentración de recursos, lejos de democratizar la educación, ha contribuido a la creación de una élite autorreferencial y blindada a cualquier crítica externa. La independencia financiera es buena, pero tal grado de acumulación lleva a la soberbia.

Segregación Racial en la Selección de Alumnos

Y aún más grave: Harvard ha sido acusada —con crecientes fundamentos legales— de discriminar activamente contra ciertas minorías étnicas (particularmente asiáticas), al mismo tiempo que protege otras en nombre de la “justicia social”. Esta manipulación de los criterios de admisión, lejos de corregir desigualdades, las reproduce bajo nuevas formas de favoritismo ideológico. Los hechos hablan por sí mismos y dieron lugar a juicios. En 2023, la Corte Suprema de EE. UU. falló en contra de las políticas de acción afirmativa de Harvard, concluyendo que su sistema de admisiones discriminaba a estudiantes asiático-americanos al asignarles puntuaciones más bajas en cualidades personales, a pesar de sus altos logros académicos.

Tras este fallo, Harvard reportó una disminución del 4% en la matrícula de estudiantes afroamericanos y un aumento del 2% en la de estudiantes hispanos, mientras que la proporción de estudiantes asiáticos se mantuvo sin cambios. No corrigieron la segregación que están imponiendo en contra de ciertos grupos étnicos para favorecer a otros.

Antisemitismo

Finalmente, no se puede omitir otro aspecto que ha encendido alarmas tanto en el mundo académico como en el diplomático: la creciente tolerancia —cuando no complicidad tácita— de ciertos sectores de Harvard con expresiones de antisemitismo y con manifestaciones de apoyo abierto a organizaciones terroristas como Hamás. Harvard en abril de 2025, publicó un informe de su Grupo de Trabajo Presidencial sobre Antisemitismo en la cual reconoce la situación. Se han documentado casos de acoso y violencia verbal (y en algunos casos física) contra estudiantes judíos en el campus, así como declaraciones oficiales tibias o ambiguas por parte de las autoridades universitarias. Bajo el pretexto de una supuesta solidaridad con causas “progresistas”, se ha legitimado el odio ancestral, disfrazado de postura política. ¿Es esa la libertad de pensamiento que Harvard quiere defender? ¿O estamos ante la normalización de un prejuicio que creíamos desterrado de los centros de conocimiento, un antisemitismo réminiscence del los peores períodos de la academia alemana por ejemplo?

Conclusiones: Un Desafío a la Autoridad

Europa, por supuesto, se escandaliza. ¡Tocar a Harvard mon Dieu! Pero en París, en Berlín o en Madrid nadie osa preguntar qué pasaría si una universidad pública europea actuara con el nivel de arrogancia, privilegio financiero y blindaje ideológico “woke”, antisemistmo rampante, segregación racialmente discriminatoria que Harvard ha desarrollado. ¿No clamarían los mismos defensores del pluralismo por una supervisión más estricta? ¿No exigirían transparencia, diversidad real y responsabilidad fiscal y combate al antisemitismo disfrazado?

El error de muchos analistas fue tomar estas sanciones como un ataque a la cultura, cuando son más bien una forma áspera —sí, torpe si se quiere— de defender el pluralismo que Harvard parece haber abandonado a cambio de una filosofía woke antisionista, segregacionista e intolerante, amparados por su reputación humanista cada vez más usurpada e inmensos recursos.

Finalmente, Harvard no será destruida, ni mucho menos. Es demasiado antigua, demasiado rica, demasiado prestigiosa. Pero quizás, por primera vez en mucho tiempo, se ve obligada a mirar su reflejo en el espejo de la democracia estadounidense, ese país contradictorio donde incluso las instituciones más nobles deben rendir cuentas.