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Web Editor

Cuidar lo que nos da la vida: Un llamado al Humanismo Mexicano por los Océanos

La Urgencia de Proteger Nuestros Mares

Un Ejemplo: El Archipiélago de Espíritu Santo

Preguntas y Respuestas Clave

  • ¿Qué es el Humanismo Mexicano? Es una filosofía que busca la sostenibilidad y la justicia social, entendiendo que el bienestar humano está intrínsecamente ligado a la salud de los ecosistemas.
  • ¿Por qué es importante proteger los océanos? Los océanos son vitales para la vida en la Tierra, proporcionando oxígeno, alimentos y regulando el clima. También son hogar de una biodiversidad asombrosa.
  • ¿Qué amenazas enfrentan los océanos mexicanos? Sobrepesca, contaminación por plásticos, desarrollo turístico sin regulación, destrucción de manglares y proyectos como el gasoducto Saguaro Energía.
  • ¿Qué se puede hacer para proteger los océanos? Reducir el consumo de plásticos, apoyar el turismo local y la pesca artesanal, exigir respeto a las áreas naturales protegidas.

El mar nos sostiene incluso sin darnos cuenta. Cada respiro, cada patrón climático, cada partícula de oxígeno y el balance de dióxido de carbono. Todo lo que posibilita la vida en la Tierra depende de él. Sin embargo, su vastedad nos engaña. Lo pensamos infinito, ajeno, inmune a nuestros actos. Esta columna es un recordatorio urgente para cuidar los océanos de México y, al mismo tiempo, cuidarnos a nosotras y nosotros mismos. Cuidar nuestros océanos mantendrá la vida para nuestros hijos e hijas. Esa conciencia es Humanismo Mexicano.

En mi columna anterior llamé a los y las profesionales de la salud a cuidarse antes de cuidar a la población. Hoy, desde otro flanco del bien común, llamo a mirar hacia el océano y cuidarlo. Porque protegerlo es un acto de justicia intergeneracional, de soberanía ecológica y de dignidad humana. Y porque cuidar es una responsabilidad activa que nos involucra a todos y todas, no sólo a los sectores especializados.

México es un país marítimo. Contamos con más de 11 mil kilómetros de litoral, dos mares en Baja California —el Mar de Cortés y el Pacífico— y una riqueza ecológica que lo ha hecho merecedor del título de “acuario del mundo”. De acuerdo con CONABIO, nuestro país ocupa el segundo lugar mundial en mamíferos marinos y el cuarto en diversidad de peces. Sin embargo, esta abundancia enfrenta amenazas estructurales como el extractivismo desmedido pesquero, contaminación por plásticos, desarrollo turístico sin regulación, destrucción de manglares y la alarmante reducción de especies emblemáticas como la vaquita marina, cuya población ha disminuido a menos de 10 ejemplares en libertad según el Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (CIRVA). Sin embargo, incluso las ballenas se ven amenazadas por proyectos —como el gasoducto Saguaro Energía— que carecen de justificación ambiental y social.

Desde el Humanismo Mexicano que defiendo, no se trata sólo de conservar ecosistemas, sino de reconstruir el tejido socio-ambiental que se sostiene en torno al mar. Hombres y mujeres pescadores, comunidades indígenas costeras, científicas que custodian cetáceos, activistas ambientales amenazadas por defender arrecifes. Ellas y ellos son los y las cuidadoras de nuestros mares.

¿Cómo no cuidar a quienes nos cuidan?

Activismo con rostro humano

La Dra. Dení Ramírez Macías, científica mexicana, ha consagrado su vida a la protección del tiburón ballena en el Golfo de California. Su liderazgo es ejemplo de cómo la ciencia puede aliarse con las comunidades locales para generar conciencia y soluciones sostenibles. “Fue la mejor experiencia oceánica de mi vida… me di cuenta muy pronto de que se sabía muy poco sobre ellos”, afirma.

Su ética del asombro nos recuerda que vivir plenamente es estar en contacto profundo con nuestra experiencia vital.

Te pregunto: ¿alguna vez has disfrutado la profundidad de nuestros mares? Si lo viviste, entenderás perfecto este texto. Si no, te invito a conocer nuestra extensión litoral, maravillarte de lo que tenemos y comenzar a cuidarlo.

En la esfera global, Alexandra Cousteau, nieta del mítico explorador, lidera la iniciativa Oceans2050, que busca restaurar la abundancia oceánica mediante soluciones colaborativas. “El agua es nuestra conexión más profunda… simplemente, el agua es vida”, dice.

Esta conciencia, a la vez ecológica y espiritual, enlaza con una visión del ser humano como unidad de cuerpo, razón, espíritu y entorno.

Un ejemplo: Archipiélago de Espíritu Santo, el límite de lo tolerable

Frente a las costas de La Paz, Baja California Sur, se encuentra uno de los ecosistemas marinos más ricos y vulnerables del país: el Archipiélago de Espíritu Santo. Este conjunto de islas, declarado Área Natural Protegida y Patrimonio Mundial por la UNESCO, es hogar de más de 1,200 especies marinas y terrestres, algunas endémicas. También es un espejo que refleja el conflicto ético entre conservación y explotación por la incursion de iniciativas como los mega cruceros turísticos, desarrolladores inmobiliarios, pesca ilegal y contaminación por anclaje amenazan su delicado equilibrio ecológico.

Durante años, cooperativas de pescadores locales y organizaciones como Eco-Alianza y Niparajá han luchado por salvaguardar esta zona mediante acuerdos comunitarios y vigilancia ambiental. Pero sus esfuerzos se ven superados por una industria turística que crece sin límites ni planificación. Crece sin regulación y no por falta de intención, sino por ausencia de presupuesto, personal y normativa. Esa omisión abre la puerta a empresarios que, sin conciencia, burlan la ley para hacer negocios a costa del patrimonio natural.

En temporada alta, decenas de embarcaciones turísticas navegan entre las islas sin regulación estricta, alterando hábitats sensibles. Cada ancla que toca fondo puede destruir décadas de crecimiento coralino. Cada vertido de combustible es una herida lenta. Y el volumen de turistas en ecosistemas frágiles compromete su viabilidad a largo plazo. La paradoja es brutal porque quienes llegan a Espíritu Santo buscando belleza, pueden terminar destruyéndola. Como señala Frederic Laloux –consultor empresarial–, la positividad sin límite puede transformarse en violencia sistémica. Y eso es exactamente lo que vivimos: una invasión entusiasta que convierte lo sublime en mercancía.

Las cifras duelen, pero no determinan el futuro

Según el PNUMA, más del 90% de los grandes depredadores marinos han desaparecido por la sobrepesca. En México, el 44% de los ecosistemas costeros presentan deterioro severo, y solo el 15% de nuestras Áreas Marinas Protegidas cuenta con monitoreo y cumplimiento reales, según Oceana México. La contaminación por plásticos en las costas de Baja California Sur ha aumentado un 30% en la última década. A nivel global, más de 11 millones de toneladas de plástico ingresan cada año al mar.

Y aún más grave: el megaproyecto Saguaro Energía, impulsado por la empresa Mexico Pacific Limited, contempla una terminal de gas natural licuado en Puerto Libertad, Sonora, y un gasoducto de más de 800 km que cruzaría ecosistemas marinos del Mar de Cortés. Este proyecto amenaza directamente rutas migratorias de ballenas, áreas de reproducción y zonas de pesca artesanal. Todo esto sin una consulta pública robusta, y con múltiples amparos en proceso.

Turismo y pesca: necesitamos empresas con conciencia

Como empresario y como consejero sistémico, llamo a mis colegas del empresariado en el sector turístico, pesquero y marítimo a no destruir lo que nos da vida. Hay formas más justas, rentables y sostenibles de operar. La pesca artesanal necesita apoyos, no competencia desleal. Los parques nacionales deben blindarse contra la especulación inmobiliaria. Las empresas pueden asumir el liderazgo ético que esta coyuntura demanda.

Riane Eisler –socióloga– hablaría aquí de sustituir la cultura de dominación por una de asociación. Y Frederic Laloux –consultor empresarial– lo traduciría como una evolución organizacional basada en propósito. Desde el modelo de Liderazgo Humanista que promuevo, el cuidado del océano no es filantropía: es estrategia, es supervivencia, es identidad nacional.

La ciudadanía no es ajena al mar

¿Vives lejos del mar? No importa. El mar vive en ti. En la lluvia que te alimenta, en la comida que consumes, en la temperatura que regula tu ciudad. No es ajeno en absoluto, es íntimo. Y por eso, desde la ética y moral soberana, te invito a hacerte cargo:

* Reduce tu consumo de plásticos y basura que pueda acabar en el mar.
* Infórmate y únete a defender nuestros océanos contra megaproyectos destructivos.
* Exige respeto a las áreas naturales protegidas.
* Apoya el turismo local, comunitario y a la pesca artesanal. Viaja y vacaciona en los mares de México.

También puedes unirte o apoyar a organizaciones mexicanas comprometidas con esta importante causa:

* FOMARES (https://www.instagram.com/fomaresorg): Fondo Marino para la Resiliencia. Promueve la sostenibilidad pesquera y la conservación marina en México, con enfoque en comunidades costeras, ciencia aplicada y políticas públicas. Su misión es asegurar océanos productivos y resilientes para las generaciones futuras.
* Dos Mares (https://www.dosmares.org), iniciativa liderada por Cristina Goettsch Mittermeier, que vincula ciencia, arte y conservación en el Mar de Cortés.
* CEMDA y Costa Salvaje (https://www.cemda.org.mx / https://www.wildcoast.org), defensoras legales de manglares y costas mexicanas.
* Alianza México sin Plástico (https://alianzamspl.org), promotora de legislación y hábitos de consumo responsables.

*Jaime Cervantes –Doctorante en Desarrollo Humano, Universidad Motolinía del Pedregal, México; Master en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana, México; Master ejecutivo en Liderazgo Positivo Estratégico, Instituto de Empresa, España. Licenciado en Comunicación Gráfica y Columnista en El Economista.*

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