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La Infidelidad y el Revuelo Público: Lecciones de la Literatura

Cuando la Confianza se Desmorona Públicamente

La escena en el estadio Gillette de Massachusetts el 16 de julio estaba llena de ironía. Durante el segmento del concierto de Coldplay en el que las cámaras recorren el público, la pantalla gigante enfocó a Andy Byron, entonces director ejecutivo de la empresa de datos Astronomer, abrazando a Kristin Cabot, directora de recursos humanos de la empresa. Ambos están casados con otras personas.

El momento, capturado en vídeo y ampliamente difundido en las redes sociales, muestra a la pareja retrocediendo bruscamente cuando el cantante de Coldplay, Chris Martin, dice: “O están teniendo una aventura o son muy tímidos”.

El comentario de Martin, aparentemente ligero en ese momento, rápidamente adquirió un tono diferente cuando los detectives de Internet identificaron a la pareja y descubrieron sus funciones en la empresa y su estado civil. En cuestión de días, tanto Byron como Cabot han dimitido de sus puestos.

Este hecho plantea una pregunta más profunda: ¿por qué la infidelidad, especialmente entre los poderosos, provoca tal revuelo público? La tradición literaria ofrece algunas pistas: la traición íntima nunca es realmente privada. Rompe un contrato social implícito y exige el escrutinio de la comunidad para restaurar la confianza.

El Coste Social de la Infidelidad en la Literatura

La literatura rara vez limita la infidelidad al dormitorio; sus ondas expansivas fracturan comunidades.

La idea de la “conciencia colectiva” sostiene que las normas morales compartidas crean “solidaridad social”. Como demuestra la literatura, las violaciones de estas normas socavan inevitablemente la confianza comunitaria.

* Anna Karénina, de León Tolstói (1875-77), dramatiza la fractura social que provoca la traición. La aventura de Anna con el conde Vronsky no solo desafía las convenciones morales, sino que desestabiliza las normas aristocráticas que antes sustentaban su estatus.
* A medida que el escándalo la lleva al ostracismo, Anna llora la pérdida de su mundo, dándose cuenta demasiado tarde de que “la posición que disfrutaba en la sociedad… [era] muy valiosa para ella… [y] no podía ser más fuerte de lo que era”.

Portada de Anna Karenina de Lev Tolstoi.Enlace imagen

Portada de Anna Karenina de Lev Tolstoi.Cortesía: Penguin Libros

En *Madame Bovary* (1857), las aventuras extramatrimoniales de Emma Bovary desentrañan las redes de su pueblo provinciano, convirtiendo el anhelo privado de lujo y romance en un contagio público.

Nathaniel Hawthorne, en *La letra escarlata* (1850), lo deja claro: la “A” escarlata de su protagonista Hester Prynne convierte su pecado en un drama cívico. La humillación pública en el cadalso, sugiere la novela, delimita los límites morales y busca restaurar el orden social, un proceso que prefigura los actuales “censores digitales”, donde los momentos virales someten a los individuos al juicio masivo en línea y a la condena pública.

Migajas Domésticas y Patíbulos Digitales

La literatura contemporánea cambia el escenario, pero mantiene el mismo principio: la traición devasta los rituales mundanos que construyen la confianza.

Portada de Se acabó el pastel, de Nora Ephron.Enlace imagen

Portada de Se acabó el pastel, de Nora Ephron.Cortesía / Anagrama

*Departamento de especulaciones*, de Jenny Offill (2014), muestra otra perspectiva: la traición como una erosión silenciosa.

Offill nunca describe la infidelidad de forma directa; en su lugar, las ausencias del marido, sus silencios y una referencia casual a “otra persona” crean un temor sofocante. Esta indirecta muestra que el poder de la traición reside en su potencial latente, que desmantela lentamente una vida construida sobre la confianza antes de que se produzca ningún acto manifiesto.

Portada de Departamento de especulaciones, de Jenny Offill.Enlace imagen

Portada de Departamento de especulaciones, de Jenny Offill.Cortesía / Libros del Asteroide

Los Límites del Poder

La literatura reconoce el barniz protector del poder frente a las consecuencias, así como sus límites.

La *Trilogía del deseo*, de Theodore Dreiser, inspirada en el magnate Charles Yerkes durante la Edad Dorada de Estados Unidos, narra el ascenso del financiero Frank Cowperwood, cuyo poder lo protege… hasta que deja de hacerlo. Incluso su vasto imperio se muestra vulnerable cuando su adulterio sale a la luz. Las mismas redes que lo custodiaban comienzan a desconfiar de él.

Aunque muchos críticos de la élite están ellos mismos comprometidos moralmente en la trilogía, la transgresión de Cowperwood se convierte en un arma para desacreditarlo. Su breve exilio demuestra que el poder puede aplazar, pero no borrar, el precio de la traición. Una vez que se rompe la confianza, incluso los poderosos se convierten en un lastre. No caen con menos frecuencia, solo de forma más llamativa.

La literatura también influye en la configuración de estas narrativas. Los protagonistas masculinos como Cowperwood resurgen como trágicos antihéroes, y sus fallos morales se reconvierten en defectos de carácter. Por el contrario, las mujeres –pensemos en Emma Bovary, de Flaubert, o Hester Prynne, de Hawthorne– son tachadas de figuras aleccionadoras, y sus transgresiones son estigmatizadas en lugar de mitificadas.

El Ojo que Todo lo Ve

La literatura no ofrece refugio alguno frente a las repercusiones de la traición. Cuando la confianza privada se fractura de forma visible, se activan los reflejos comunitarios.

Las letras escarlatas, el exilio o la dimisión de un director ejecutivo tienen como objetivo sanar la confianza colectiva. La pantalla gigante, como el cadalso de Hester, es el último instrumento de este antiguo teatro de la exposición.