a glass of soda being poured into it with a bottle of beer in the background and a bottle of beer be

Web Editor

El Impuesto al Refresco: Un Debate Complejo sobre Salud, Desigualdad y Cultura

El Paquete Económico 2026: Un Aumento Histórico al IEPS y sus Implicaciones

El gobierno de México, a través del Paquete Económico 2026, ha propuesto un incremento significativo al Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) aplicado a las bebidas azucaradas. Se propone subir de 1.64 pesos por litro a 3.08 pesos, un aumento del casi 90%. Esta medida busca recaudar más de 75,000 millones de pesos, un 73.8% más que lo estimado para este año. El gobierno justifica esta acción como una medida de salud pública, buscando combatir la obesidad y la diabetes. Sin embargo, el debate que genera esta propuesta va más allá de las cifras fiscales, revelando una realidad social y cultural compleja. Como señala Diana Delgadillo, directora de operaciones en The Hunger Project México, “en México apenas provocó que un 8% de la población redujera su consumo, mientras que en países europeos donde se aplica un impuesto con el objetivo de eliminar el consumo, la disminución real también ronda 20%”. La realidad es que el consumo de refrescos en México responde a factores mucho más profundos que la simple disponibilidad del producto.

El Acceso al Agua: Una Carencia Fundamental

La falta de acceso a agua potable es, para muchos mexicanos, la principal razón para elegir el refresco. Según Delgadillo, “en México apenas provocó que un 8% de la población redujera su consumo, mientras que en países europeos donde se aplica un impuesto con el objetivo de eliminar el consumo, la disminución real también ronda 20%”. En muchas comunidades rurales e incluso urbanas, el refresco es más barato que el agua embotellada. “Un litro y medio de agua embotellada puede costar 25 pesos, mientras que un refresco de tres litros y medio vale 30. En épocas de sequía, las familias llegan a pagar hasta 5,000 pesos por pipas de agua que ni siquiera es potable. Esa agua se usa para bañarse o lavar trastes, pero no para beber”. Esta realidad obliga a las familias a elegir entre el refresco y el agua, una elección difícil en términos de salud y bienestar.

El sociólogo Omar Cruz, de la cultura Nnancue’ Ñonmdaa’ (amuzgo), advierte que el refresco no forma parte de las tradiciones originarias, sino que se impuso y terminó por mezclarse en la vida comunitaria. “En lugares como San Juan Chamula, Chiapas, donde el consumo alcanza hasta 850 litros por persona al año, se llegó a considerar la Coca-Cola como bebida sagrada en rituales, cuando lo correcto sería recuperar fermentados como la chicha, hecha de maíz”. El académico señala que el consumo tiene dos raíces principales: la ausencia del Estado para garantizar agua potable y el valor simbólico que el refresco adquirió como signo de estatus. “El Estado mexicano ha sido incapaz de cumplir con este derecho humano, mientras que Coca-Cola y Sabritas llegan hasta el último rincón del país. En mayordomías o fiestas patronales, ofrecer refrescos en lugar de aguas naturales se convirtió en un símbolo de poder adquisitivo: quien lo hace demuestra que tiene más recursos que los demás”.

El Refresco como Símbolo de Estatus y Tradición

La situación es aún más compleja cuando se considera la dimensión cultural. En comunidades rurales, el refresco ya no es solo una bebida, sino una moneda de cambio: “En Chiapas, por ejemplo, se negocia con autoridades comunitarias entregando rejas de refresco o bebidas alcohólicas. Es un producto que no solo se bebe, sino que tiene un papel social y simbólico”. Para el Dr. Cruz, “estoy en contra del consumo porque enferma, pero también reconozco que no basta con subir impuestos. Hace falta infraestructura, agua potable y recuperar nuestras propias bebidas culturales”.

El consumo de refresco se ha convertido en un símbolo de estatus, especialmente en contextos donde el agua potable escasea. “En lugares como San Juan Chamula, Chiapas, donde el consumo alcanza hasta 850 litros por persona al año, se llegó a considerar la Coca-Cola como bebida sagrada en rituales”.

La Defensa de la Industria Refresquera

Desde la perspectiva empresarial, Andrés Massieu Fernández, presidente ejecutivo de la Asociación Mexicana de Bebidas (MexBeb), sostiene que el aumento al IEPS es desproporcionado y no tendrá efectos reales en la salud pública. “Se trata de un aumento del 87% a la cuota vigente, que afectará directamente a los consumidores, especialmente a los de menores ingresos”. Massieu insiste en que el impuesto se concentra en apenas el 5% de las calorías que consumen los mexicanos, mientras que el 95% restante queda fuera. “El consumo per cápita de refresco se ha mantenido estable durante 30 años, pero la obesidad y la diabetes sí han crecido. No existe correlación directa entre refrescos y el aumento de estas enfermedades”.

Massieu también destaca que el impuesto impacta a más de 1.2 millones de tienditas que dependen de las ventas de refrescos, representando hasta el 30% de sus ingresos. “Si caen esas ventas, muchas podrían cerrar. Eso significa pérdida de empleos, caída en inversión y un efecto en cadena sobre otros productos de la canasta básica”. Massieu argumenta que el impuesto es “inequitativo y dañino para la economía” y que la industria está dispuesta a ser parte de la solución en salud, pero no con una medida que perjudique a consumidores y comerciantes.

Preguntas y Respuestas Clave

  • ¿Cuál es el impacto del IEPS en el consumo de refrescos?
  • ¿Por qué se propone este impuesto?
  • ¿Cuál es la situación del acceso al agua potable en México?
  • ¿Cómo se relaciona el consumo de refrescos con la situación económica y social?
  • ¿Cuál es la postura de la industria refresquera sobre el impuesto?