En 1961, John F. Kennedy anunció que Estados Unidos llevaría a un hombre a la Luna antes de que terminara la década. En ese momento, no existía la tecnología, el cohete ni la hoja de ruta clara, solo una visión.
Más de seis décadas después, muchas organizaciones enfrentan desafíos igual de ambiciosos: reinventar industrias, resolver crisis climáticas, transformar la salud mental o rediseñar ciudades inteligentes. Pero su error es intentarlo desde el presente, con hojas de cálculo que proyectan el pasado. ¿Y si empezaran al revés?
¿Por qué pensar desde el futuro?
El enfoque tradicional de estrategia —el que parte del presente y se proyecta hacia adelante— funciona bien en entornos estables. Pero ¿qué pasa cuando el entorno es volátil, incierto, complejo y ambiguo (VUCA)?
Cuándo se trata de innovaciones radicales o moonshots, el pensamiento estratégico tradicional se queda corto. Al estar anclado al pasado, proyecta tendencias, extrapola datos y busca eficiencia. Pero los proyectos realmente transformadores, como el desarrollo de vacunas en tiempo récord o la descarbonización radical, requieren imaginar primero el destino, y luego construir el camino.
A diferencia de enfoques como el backcasting —que también parte de una visión futura para trabajar hacia atrás—, el moonshot foresight incorpora una perspectiva estratégica y operativa adaptada a entornos de alta incertidumbre y riesgo, con un enfoque especial en cómo movilizar recursos, aliados e inversión a lo largo del camino.
¿Qué es moonshot foresight?
Moonshot foresight es una metodología desarrollada como parte de un proyecto de tesis de la Maestría en Prospectiva Estratégica codirigido por la Escuela de Gobierno y Transformación Pública y EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.
Su objetivo es hacer ejecutables las grandes visiones de transformación. Para ello, estructura el proceso de innovación en seis fases:
- Visualización del futuro y alineación con un Propósito Transformador Masivo (MTP): Antes de definir una idea innovadora, se formula una visión audaz —una meta casi imposible pero socialmente relevante—.
- Segmentación en hitos estratégicos: En lugar de un todo o nada, el moonshot se divide en etapas alcanzables. Cada hito representa un avance tecnológico, de mercado o de conocimiento.
- Identificación de oportunidades estratégicas dentro de cada hito: Cada paso puede generar beneficios periféricos (productos, licencias, aprendizajes) que aporten valor inmediato o intermedio.
- Sub-visiones dentro del proyecto: Se desarrolla una narrativa estratégica para cada hito, permitiendo que inversionistas o aliados se vinculen con partes específicas del proyecto, sin tener que comprometerse con todo el viaje.
- Materialización de beneficios y métrica de impacto: Se establecen indicadores específicos para cada etapa, desde eficiencia operativa hasta validación técnica o tracción comercial.
- Monitoreo y ajuste dinámico: La hoja de ruta no es rígida, se adapta en función de aprendizajes, señales del entorno o nuevas oportunidades.
Este enfoque permite navegar la incertidumbre y demostrar valor tangible desde etapas tempranas, algo clave para atraer financiamiento, apoyo político o legitimidad social.
Dividir en hitos para reducir el riesgo
Esta metodología representa una oportunidad estratégica clave para los líderes de innovación. En primer lugar, permite reducir el riesgo percibido al estructurar grandes apuestas en hitos intermedios medibles, lo cual facilita justificar cada etapa como una inversión razonable en lugar de una aventura sin rumbo.
En segundo lugar, incrementa la resiliencia estratégica al invitar a pensar desde el futuro, forzando a los equipos a considerar distintos escenarios y la capacidad de adaptación ante el cambio. Finalmente, activa el ecosistema adecuado: un propósito ambicioso moviliza talento, aliados y socios con mucha más fuerza que un objetivo incremental, siempre que esté respaldado por una estructura clara que lo haga ejecutable.
Como dijo Vinod Khosla, inversor en energía de fusión, “la clave para que un proyecto radical sea aceptable para los inversionistas es dividirlo en hitos que puedan evaluar y financiar de forma progresiva”. Esta lógica también ha sido destacada por Pablo Rodríguez, ex Ceo de Alpha, la fábrica de moonshot de Telefónica: “Una forma efectiva de reducir el riesgo es desglosar el proyecto en hitos más pequeños, con plazos relativamente cortos. Esta estrategia permite que el equipo se concentre en obtener respuestas claras y rápidas, sin desviar demasiados recursos antes de haber validado una idea”.
La clave está en la imaginación estratégica
En un entorno donde los desafíos son sistémicos y los cambios exponenciales, la convergencia entre innovación y futuros no es una moda, sino una competencia crítica. Las organizaciones que logren integrar la imaginación estratégica con la ejecución rigurosa estarán mejor preparadas para liderar la transformación.
Hoy más que nunca, innovar no es solo crear productos nuevos, sino imaginar futuros distintos. Las grandes transformaciones no nacen del análisis, sino de la imaginación estructurada.
Si queremos resolver los desafíos más complejos de nuestro tiempo, necesitamos líderes que comiencen por el final: por esa visión audaz que hoy parece incómoda, pero que mañana podría cambiarlo todo. El futuro no se predice, se diseña. Pero para diseñarlo, primero hay que imaginarlo.
Los autores:
- Alfonso Ávila Robinson, profesor del Departamento de Emprendimiento e Innovación Tecnológica de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey y Co-chair de la Cátedra UNESCO en Liderazgo Anticipatorio para Futuros Innovadores.
- Luis Alberto Palacios Pargass, Gerente de Pronósticos y Analítica de Panduit Corporation y autor principal del proyecto Moonshot Foresight en el Tecnológico de Monterrey