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Web Editor

Dinero y Familia: Desentrañando las Emociones en el Sistema Familiar

El Conflicto Silencioso: Cuando el Dinero Divide a las Familias

A veces, cuando me casé y comencé mi propia familia, a los 21 años, aún estudiante universitario, recibí apoyo de mis padres y de mi abuela. Aunque lo necesitaba, eso me hacía sentir muy incómodo. Era una dependencia que iba más allá de temas monetarios, además de que implicaba un compromiso y cierta obligación con ellos.

Una amiga querida, recibió un gran regalo de su padre cuando se graduó de la maestría. Le compró un departamento muy bonito, en una buena zona. Para él, era una forma de expresar su orgullo, amor y deseo de asegurar su futuro. Pero a ella le generaba mucha ansiedad: el mantenimiento de ese edificio era bastante caro, sus vecinos eran gente de dinero y pretenciosa, que le hacían sentir presión social para “vivir a la altura”. No le gustaba vivir ahí, pero nunca se lo pudo decir a su padre. Era un tema que evitaba y que generó, irónicamente, una grieta en su relación.

Estos son sólo dos ejemplos que revelan una verdad incómoda que pocas familias discuten abiertamente: el dinero en la familia nunca es un tema neutral. Por el contrario, es un imán para emociones ocultas, expectativas no dichas y significados profundamente personales que chocan entre generaciones distintas.

A veces se piensa que el dinero y la preservación de la riqueza es lo que une a las familias. Pero en muchos casos se convierte en lo que las divide y eso es sumamente triste.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué el dinero genera conflictos personales y familiares? ¿Cuáles es la raíz del problema?

Podríamos pensar que la gente que crece en la misma casa, compartirá una visión similar sobre del dinero. Pero la realidad es mucho más compleja. Cada miembro de la familia desarrolla su propia “brújula emocional” hacia el dinero, influida por tres factores clave:

  • Las huellas generacionales: Las experiencias que vivimos fuera del hogar moldean la forma como vemos el dinero. Por ejemplo: un padre que vivió hiperinflación o desempleo masivo en su infancia, asociará dinero a supervivencia. Para él, ahorrar es un acto de protección. Pero su hijo, criado en una época de estabilidad, pero expuesto en su generación a crisis climáticas o redes sociales, lo vinculará a incertidumbre o a estatus. Para él, gastar en viajes o experiencias puede ser “vivir el ahora”. Entonces, lo que para uno es “prudencia” para el otro es “miedo a vivir”.
  • El rol en el sistema familiar: Por ejemplo, quien creó patrimonio (padre o madre) siente que el dinero es su logro. Transmitirlo a los hijos es extender su legado, pero también implica perder control. Los hijos reciben algo que no construyeron. Un hermano podrá sentir gratitud, el otro podría sentir culpa o incluso presión por llenar las expectativas de los padres.
  • Los que se dice y lo que se calla: Las personas aprenden más de los gestos, silencios y emociones de sus padres, que de sus discursos. Además, cada miembro de la familia los interpreta de manera diferente. Por ejemplo, si los padres dicen: “el dinero no da la felicidad” pero trabajan 14 horas diarias y sufren estrés, un hijo puede captar: “el dinero es tan importante que destruye vidas”. Si el dinero es un tema tabú (no se habla de dinero en esta casa), los hijos pueden llenar este vacío con sus propias ideas, incluso fantasías.

El idioma emocional de las diferentes generaciones

Hay muchos informes que muestran patrones claros sobre la diferencia de pensamiento entre distintas generaciones:

  • Los “baby boomers” y “Gen X” suelen ver el dinero como seguridad tangible y expresión de amor y cuidado. Darle dinero a los hijos, es protegerlos. Pero a la vez tienen mucho miedo de que la siguiente generación malgaste lo construido con tanto esfuerzo.
  • Los “millenials” y “Gen Z” ven el dinero como una fuente potencial de ansiedad, culpa o influencia. Recibir un gran regalo puede generar preguntas: “¿Ahora tengo que vivir como ellos quieren o hacer lo que ellos esperan?” Su miedo es perder autonomía, quedar definidos por el dinero de sus padres o ser juzgados por privilegios que no eligieron.

Como podremos darnos cuenta, el dinero no es el problema en sí. Es la falta de entendimiento de su significado emocional y estratégico dentro de una familia. La buena noticia es que hay maneras de resolverlo. De ellas hablaremos en la segunda parte